"Si la inspiración no viene a mí salgo a su encuentro, a la mitad del camino". Sigmund Freud

viernes, 16 de diciembre de 2011

Crazy, crazy world

 Suceso bizarro number one: a una cuadra de mi casa había un local de fotos. Revelado, venta de álbumes, marcos y cuestiones del estilo. Era de un chino. No sé por qué lo aclaro, pero era así nomás. Lo atendían sus  dueños y eran una gran familia de la China. Se habrán dado cuenta me imagino de que los chinos que vienen a Buenos Aires o ponen un super...o una casa de fotos.
La cuestión es que hace unos meses dicho negocio cerró. De un día para el otro se mandaron a mudar sin explicaciones. A lo mejor pusieron un super...
Y al negocio vacío le pusieron el cartel de "Alquila".
Empezaron las especulaciones: "A que ponen un bazar" dije yo, "librería" arriesgó mi marido, "¡¡juguetería!!" dijeron a dúo mis niñas, más como expresión de deseo supongo.
Pasaron varios meses y todo seguía igual. Nadie alquilaba.
De repente, hace dos semanas, de la noche a la mañana ¡BUM! Todo listo.
 Local alquilado, pintado de rojo pasión, todo nuevo, lleno de almohadones floreados en tonos de rojo, candelabros, velas y un estilo muy rococó.
"Bué, no acertamos", fue el comentario general. Y a otra cosa.
Al fin y al cabo que no nos interesaba demasiado ese local. Ni necesitábamos almohadones rojos pasión con flores bordadas, ni velas, ni candelabros.

"¿Y qué es lo bizarro de todo esto?" Se preguntará usted. Y lo bien que hace. A eso iba, no se ponga ansioso.
Esta mañana pasé por la puerta del negocio, y ¿a que no sabe qué?
¡Se fué! ¡No está más! Volvió a estar todo vacío, paredes peladas, ni un almohadón a la vista. ¡Nada!

Por un momento dudé de que el negocio de decoración hubiese estado alguna vez.
 Lo consulté con otras personas, y al parecer mi principio de realidad sigue intacto.
Dos semanas es muy poco tiempo como para fundirse. Y tampoco volvieron a poner el cartel de "Alquila".
Cosa misteriosa...


      Suceso bizarro number two: me encontraba yo en el supermercado. Algo que me disgusta inmensamente, pero que cada cierto tiempo no puedo evitar hacer. Odio amontonar cosas en un carro que se vuelve cada vez más pesado y difícil de mover, odio ver cómo los sachet de leche y los yogures empiezan a transpirar cadena de frío y todavía me queda media lista por comprar y quince personas antes que yo en las filas de caja. Odio empezar a marearme con lo que tengo en casa y lo que debería adquirir.
En fin: odio hacer compras.

La cuestión es que estaba ya en la caja esperando mi turno. Adelante mío una señora de impermeable marrón terminaba de poner sus productos en la cinta transportadora. Lo último que sacó del carrito fue una caja redonda de nueces que se le abrió y el contenido voló para todos lados. Incluso después encontré alguna nuez entre mis cosas.
La señora protestó, devolvió caja vacía y nueces hechas un montoncito en la mano al cajero de turno, terminó de pagar y se fue.
Mientras me tocaba pasar mis productos, el señor cajero y yo notamos que algunas personas empezaban a agolparse en la entrada del supermercado, a sólo unos metros de donde estábamos nosotros.
"¿Qué habrá pasado?", me preguntó estirando el cuello a ver si alcanzaba a entrever algo.
Afuera, en la vereda un grupo de curiosos cada vez mayor rodeaba algo que por la dirección de sus miradas se encontraba en el piso.
Vimos emerger del centro de la ronda de curiosos... ¡a la señora de impermeable marrón!
Alguien comentó: "una señora se descompuso parece, cuando salía del super".
"¡Es la que pasó por mi caja!" Gritó orgulloso el señor cajero. Pero nadie le prestó atención.
En la vereda, la gente seguía rodeando a la señora que parecía aturdida y tratando de entender lo que había pasado.
Uno de los curiosos le hizo señas a una ambulancia del Same que casualmente venía por la mano de enfrente, y que al mejor estilo "Brigada A", dobló en U con coleada y todo, y se estacionó sobre la vereda a pasos del amontonamiento de personas.Una maniobra arriesgada considerando que son quienes tienen que solucionar los accidentes y no causarlos.

Y atención que  acá empieza la parte bizarra: la señora de impermeable marrón, totalmente incorporada ya, se sacudió un poco la cabeza, movió los brazos como para chequear que aún le funcionaban, y es encaminó de nuevo hacia adentro del supermercado dejando sus bolsas ahí mismo en la vereda.
Mientras tanto la médica de la ambulancia ya se había bajado, estetoscopio al cuello y buscaba, algo desconcertada al paciente en cuestión. Los curiosos señalaron hacia adentro del super.
Médica y enfermero ingresaron al establecimiento.
Cajero y yo habíamos dejado de pasar productos y cobrarlos respectivamente, para prestar atención al suceso bastante más interesante.
Médica y enfermero le preguntan al de seguridad por el paradero de la señora de impermeable marrón.
Señora de impermeable marrón silbando bajito se manda caminando lento por entre las góndolas.
Médica y enfermero la divisan a lo lejos y al grito de "¡Ahí está!" empiezan a correr en esa dirección.
Señora de impermeable marrón al verse descubierta empieza a correr también, y se arroja deslizándose sobre el pecho bajo las góndolas de la frutería cual fubolista goleador que festeja el campeonato.

No se cómo terminó la historia porque el cajero me hizo volver a la realidad con un monto inconmensurable que al parecer esperaba que le fuera abonado de un momento a otro.
Pagué a regañadientes y salí a la vereda.
Todavía quedaban curiosos tratando de ver qué pasaba adentro del super y la ambulancia de Brigada A...del Same, estacionada arriba de la vereda.

Y todo esto fue apenas esta mañana...



¡Cómo me gusta vivir en Buenos Aires!

domingo, 23 de octubre de 2011

El que tenga oídos...

Como ya he dicho en otra oportunidad, los viernes por la mañana son todos míos. Es el tiempo del que dispongo para hacer lo que quiera...bué, "lo que quiera, lo que quiera" no, porque siempre tengo clases que preparar, trámites para realizar, clases de canto y demás cuestiones. Pero lo mágico de los viernes a la mañana es que sea lo que sea que me ocupe esas horas, lo elijo yo.

Hace algunos viernes, estaba en mi acostumbrado bar tomando mi riquísimo acostumbrado café con las acostumbradas tostadas que lo acompañan. Preparaba una clase sobre las segunda tópica de Sigmund Freud. Si, esa que usted ya sabe: el ello, el yo y el super yo. Muy bien, lo felicito vaya nomás.

La cuestión es que mientras leía algo aburridísimo y trataba de convertirlo en algo mínimamente atractivo para indolentes de 16 años, me distraje. Perdí la mirada en el horizonte...ningún pensamiento cruzaba mi ajetreada mente (¡Sí, es posible no pensar en nada! Sino pregúntele a mi marido que me respondía siempre lo mismo cuando le preguntaba infinidad de veces "¿En qué pensás?"). Y de repente mis pensamientos fueron interrumpidos por palabras, palabras que probablemente provenían de la mesa de al lado.

Quien habla es una señora, en la mesa de la derecha, de unos cincuenta años, muy refinada ella, una "señora regia" diría alguien que conozco.

Opto por escucharla , a ver qué tan importante es lo que no me va a permitir hacer mi trabajo.
Habla en tono seguro y fuerte. Como si el mundo tuviera que frenarse sólo para escucharla a ella.


- "Hablalo gordito. Hablalo sha, y que no se haga más grande de lo que en realidad es."

Y tan equivocada no está. Hablar seguro que ayuda, sea cual sea la situación entre manos.

Comparte la mesa con un chico de unos 22, de traje, que la escucha atentamente.
Él le cuenta algo que le pasó, y se refiere al hecho siempre, de esa forma "eso que me pasó", nunca lo menciona concretamente. Por mi mente pasan miles de posibilidades distintas, sin terminar de decidirme por ninguna.

A mi izquierda en otra mesa, una pareja. Deben rondar los setenta y cinco años. Él bastante destartalado. Encorvado hacia adelante. Moja el saquito de té en su taza, y acompaña el movimiento con todo el cuerpo balanceándose levemente para adelante y para atrás.  Cuando lo saca y lo estruja con la cuchara se nota que le tiemblan un poco las manos. Se salpica con el agua hirviendo. "¡Mierda, está caliente!", se queja.
Ella, con anteojos gruesos y facciones gruesas también, sus ojos se ven chiquititos detrás de tanto aumento,  los labios mal pintados de rosa, una nariz ancha y como unos mofletitos ya arrugados que le cuelgan a cada lado de la cara. Es bastante fea, para qué les voy a mentir...

Pienso "qué divinos, ¡cuánto tiempo llevarán juntos!"
Hablan como enardecidos, sobre todo él:

Él: "A mí, mis hijos me lo dicen todo el tiempo"
Ella: "¡Si! ¡Y bien que a mi me han tirado a matar!"- contesta con vehemencia.
Él: "Es que se asustan... vos pensá un poco y lo arreglamos"
Ella: "Pero, ¿qué es lo que tendría que pensar? ¿En los días que necesito para el viaje?"
Él: "Bueno, un poco hay que organizarse..."

Empiezan a hablar en vos cada vez más baja, ya casi no alcanzo a escucharlos. De repente él levanta la voz:
"¡Cuando nos vayamos se van a dar cuenta, nos van a apreciar!"

Pienso en la edad que tienen, en que probablemente la idea del final de la vida esté cada vez más presente... y que se preocupan por sus seres queridos, por los que quedan...a lo mejor alguno de ellos está enfermo y ya sabe más o menos qué le espera.

Él: "En cuanto lo entiendan, no les va a quedar otra...se la van a tener que bancar"
Ella: "¿Nos vamos a ir juntos o nos encontramos allá?"
Él: "Claro, mujer...yo paso y toco tres veces el timbre...vos inventá una excusa, y bajás"

Empiezo a confundirme, ¿"inventás una excusa", "bajás"? ¿A qué se refieren?

Él: "El avión sale a las 11. Y después a disfrutar..."
Ella: "En tres meses nos van a estar extrañando como locos. Ahí si que se van a arrepentir de criticarnos tanto"

¡Se fugan! ¡Los viejitos se fugan!

Se acerca el mozo y les entrega la cuenta.

"¿ 29 dice?"
"No...39", asegura ella acercando y alejando el papelito, como tratando de enfocar.
"A ver... - le arrebata el ticket -dice 29 Amalia"
"Peeero, viejo zonzo, dice 39"

Ah...¡el amor!

jueves, 8 de septiembre de 2011

Cantando bajo la ducha



Toda la semana me la paso corriendo. El lunes arranco realmente temprano y hasta el jueves a la noche prácticamente no paro.
Con mis últimas fuerzas vislumbro el comienzo del viernes y recobro las energías. Porque el viernes es mi día libre, si señor. Porque los viernes yo almuerzo so...ah no, esperen, esa es otra persona.
Yo los viernes a la mañana, después de cumplir con mis obligaciones maternas, tengo un lapso de tiempo total y absolutamente mío. Y lo disfruto, oh si.

Tengo mi clase de canto, y después en general tengo que preparar mis propias clases (porque no sé si usted sabía que también me inmolo dando clases en un secundario), pero aprovecho para hacerlo en un bar que me gusta especialmente, tomándome un exquisito café, y sobre todo, tomándome todo el tiempo del mundo sin nadie que me hable, me pida cosas, upa, o cualquier necesidad básica a cubrir.

Justamente de mi clase de canto es que quería hablarle hoy.
 No es que yo sea Aretha Franklin ni mucho menos, digamos que me defiendo...pero lo más importante es que me gusta mucho. Realmente disfruto cantar, más allá de cómo lo haga. 


Si usted alguna vez tomó clases de canto tal vez sepa que cantar -lo que se dice cantar-  una canción completa, es algo que sólo se hace en los últimos minutos de la clase. El resto del tiempo se va velozmente entre ejercicios de vocalización, técnicas de respiración y colocación de la voz.
Y a mi  profesora le divierte particularmente darme una "tarea para el hogar" al final de la clase.


A veces es simplemente hacer un ejercicio específico, "mientras esperás el colectivo podés hacerlo" -sí, claro, como si yo me fuera a poner a los cuatro vientos "Bru bru bru bruuuuu" o "Fia fia fiaaaaaaa", seguro- 
Otras veces es buscar alguna canción de otra época de mi vida, que justamente me retrotraiga hasta ella, y con la que me sienta representada o identificada. A veces simplemente elijo que quiero cantar la próxima vez.


La semana pasada me pidió algo que me costó muchísimo: buscar una canción que por la letra, la música, el ritmo, el estilo, o el intérprete, me generara rechazo. Que no me gustara ni me generara más que cosas negativas, en fin, que la odiara.


Parece simple, pero no lo es. Cualquier canción que se me ocurría, terminaba encontrándole un motivo medio oculto, por el cual en realidad no era tan aborrecible.
Pensé y pensé y pensé... hasta que al final, un cartel publicitando el próximo estreno de una película argentina me inspiró. Y se hizo la luz.


Ya tengo mi tarea para mañana.


Y a usted, ¿se le ocurre alguna canción que cumpla con todos los requisitos que mencioné?


Capaz que de paso le puedo robar alguna idea...


Y ya que estamos, ¿adivina una canción de quién elegí?

domingo, 31 de julio de 2011

Subject:

Cuando escribo un mail, algo que me disgusta es completar el espacio en blanco del "Asunto" o "Subject".
No sólo me disgusta, diría que me ofusca, prácticamente me indigna (sí, tanto como las ancianas y los estudiantes de arquitectura...otro día le cuento). Porque, a ver, ¿qué necesidad hay de titular todo lo que uno quiere decir?
Pongamos por ejemplo un brevísimo mensaje: "¿Clarita, nos vemos mañana al final?"
¿Cuál cree usted que sería el asunto correspondiente?

Asunto: escribirte un mail para saber si mañana al final nos vemos o no.

Si claro, es absurdo y tampoco hay que ser ninguna luminaria, es más largo el asunto que el mensaje.
Yo sé que puedo dejar ese espacio en blanco y a otra cosa, pero no. No es tan simple. El espacio en blanco me observa impaciente, esperando a ser rellenado. A veces hasta creo que se ilumina y brilla, como tratando de llamar mi atención. "No vayas a enviar este mensaje sin completarme eh?"
El muy maldito.
Porque, además, si yo lo hiciera, si realmente decidiera no rellenar ese impoluto vacío, al enviar el mensaje mi amigo don Gmail, por supuesto  me lo recordaría. "Está usted por cometer la indecencia de enviar un email sin asunto alguno, ¿le parece correcto? Está ABSOLUTAMENTE seguro de querer hacerlo??!!!"

Por otro lado está la cuestión de qué hacer cuando realmente es un mensaje importante. Con tantas cadenas alarmistas circulando, "URGENTE...S.O.S...LEELO Y REENVIALO ANTES DE QUE UNA LLUVIA DE METEORITOS TE SEPULTEEEEE!!!!" es difícil que te tomen en serio con un mísero "Importante. Leer". Suena tanto menos ruidoso y sin fuegos artificiales...es poco creíble.
Suelo debatirme entre opciones del tipo: "Fulano de tal, por favor leé este mensaje que no es una extraña ni cabalística cadena" o "Te juro que aunque las cadenas empiezan igual, esta NO es una cadena, te juro, juro re juro, infinito punto rojo".
Pero últimamente he recibido cadenas que justamente se titulan así: "Esta no es una cadena". 

Además, es cierto que si yo misma recibo un correo sin asunto, es muy probable que no lo abra y lo elimine directamente. Porque...¿quién deja en blanco el asunto? ¡Vamos, es como mínimo sospechoso!
Claro que si uno le pone demasiado énfasis tampoco van a leerlo...¡oh! ¡qué delicado equilibrio es necesario para titular el bendito mensaje!

Algo más a tener en cuenta es cuan preciso y explicativo debería ser el título del correo. ¿Tan explicativo que pierda sentido leer el cuerpo del mail? ¿Sugerente y poco revelador como para despertar la curiosidad del receptor y que sólo quiera leerlo inmediatamente? ¿De una notoria indiferencia?
Algunos ejemplos podrían ser:

"Los boyscouts y la prostitución"
"Este es el mail más interesante que vas a recibir hoy, abrilo AHORA". 
"Si querés saber de que se trata, abrilo. ¿Qué? ¿también querés que te lo lea?
"Mail"
"Nada laboral, nada muy urgente. Igual leelo please"

En fin, es un tema extenso y con el que podríamos estar toda la noche, pero no vamos a hacerlo porque todavía tengo un par de mails esperando  en la bandeja de salida que no me decido a mandar sin Subject, y porque vamos, tampoco es tan interesante.

Lo insto a reflexionar sobre este tema, tópico, asunto (ji ji) la próxima vez que tenga que completar ese odioso espacio.

Y de paso me sopla que puso.



viernes, 15 de julio de 2011

Curriculum vitae

Entre los 18 y los 24 años tuve muchos y muy variados empleos. No era que no durara por incapaz o poco trabajadora, no señor. De hecho, salvo algunas excepciones, solía hacer buenas migas rápidamente tanto con jefes como con compañeros.
La cuestión creo, era que estos trabajos no me despertaban el menor interés. Al año, meses más meses menos, me aburría o surgía otra cosa y renunciaba. Dos años fue mi máxima duración.

Fui promotora en la Rural de materiales para la construcción en seco (de los cuales sabía bastante. No, no se ría, es una información muy útil para...la vida...en general); fui vendedora en una talabartería (ese fue mi récord...duré un día) fui chica delivery en microcentro (¡no sea desubicado! Repartía comida, co-mi-da); fui cadete o "che piba", como más le guste; atendí el teléfono en un importante y conocido hospital de la ciudad de Buenos Aires (en el que hasta hace un par de años todavía tenían grabada mi sensual voz de locutora en el mensaje de bienvenida. No, no me pagaban regalías, aunque bien que lo usufructuaron); fui la secretaria laboral/ personal/súbdita y pseudo esclava de una afamada psicopedagoga (que al parecer de pedagogía no sabía ni jota); fui preceptora de adolescentes inadaptados en un colegio secundario; estuve en el sector de autorizaciones en una gerenciadora médica, en la cual decidieron que como estaba a punto de recibirme de psicóloga, era la más capacitada para atender y manejar todas las quejas de los inconformes, los llantos de los desesperados y los insultos de los furibundos.

Cuando finalmente tuve mi título, matrícula y foto -con zapan de 8 meses de embarazo-  incluidas, se podrán imaginar que toqué el cielo con las manos. Bueno, es una forma de decir ya que en ese entonces mi movilidad era bastante reducida.

La primera vez que entré en mi consultorio me corrió un escalofrío por la espalda.
Empezaba un nuevo capítulo en mi vida. Desde cero. Todo por estrenar. Incluso los muebles nuevos: el sillón para los pacientes, mi silla elegida especialmente, el escritorio, las cortinas.
Ahora si, sería la verdadera responsable de tantas mentes necesitadas.

Me senté en mi silla, elegida especialmente, y esperé.

Esperé.
Esperé.
Y esperé un poco más.

Descolgué el teléfono para ver si efectivamente funcionaba. Si, tenía tono.
Bien, todo en orden entonces.

Esperé un poco más.
Me tomé un riquísimo café.
Me puse mi abrigo.
Agarré mis llaves.
Y me fui a casa.

Ése fue mi primer día como profesional.

¿Cómo?

Si, fue uno de los mejores días de mi vida.

jueves, 23 de junio de 2011

¡Un GPS a la derecha, por favor!

Soy una persona desorientada.

Me refiero a que si me llevan con los ojos vendados en un auto y en determinado momento me bajan en una esquina, y me quitan la venda de los ojos, las probabilidades de que me abrace a un semáforo a llorar son del 99,9 %.
¿Qué? Son cosas que pasan todos los días no me diga que no. Es una situación de lo más real.

El tema es que ni con una brújula en la mano me ubico, creo que de hecho sería más desastroso aún.
¿Cree que exagero? He aquí la prueba:
Hace muchos años, estuve en un pequeñísimo pueblo de la provincia de Buenos Aires, yo iba a cargo de un grupo de adolescentes y tuve que salir el primer día a reconocer el terreno. Ja...¡a reconocer!

A ver si me entiende. Estamos hablando de un típico pueblito, de esos diagramados especialmente. La plaza en el centro, al frente la iglesia, la comisaría y la municipalidad. Diez cuadras por diez cuadras. Listo, se acabó el pueblo.

A las dos horas y media, me salieron a buscar. Y me encontraron...

...en la plaza, en frente de la iglesia, la comisaría y la municipalidad. Parada arriba de mi mapa, tratando de descifrar para qué lado tenía que caminar para volver al punto de donde había salido.

Fue una humillación absoluta, porque no contentos con las bromas en el momento del encuentro, una vez que nos reunimos con el resto del grupo (si, claro, todos lo supieron) se encargaron de recordármelo en cada ocasión que encontraron... que fueron básicamente todas hasta el día de la vuelta. Por supuesto, mi autoridad quedó sepultada bajo el monumento de la plaza, en frente de la iglesia, la comisaría y la municipalidad.

Pero hay una extraña excepción a esta regla de desorientación absoluta.
En las únicas zonas en las que me ubico a la per-fec-ción es en las que me he desenvuelto laboralmente. Tengo que aclararle -porque probablemente usted no lo sepa- que yo me he desenvuelto laboralmente en muchos y muy variados lugares. Porque he trabajado de tantas pero tantas cosas, que podría escribir otro post, o varios más, contándole sobre mi pasado ocupacional. Si, si, planeo hacerlo, descuide.

Y resulta que en esas zonas (reducidas eh?) me muevo como pez en el agua. Sé perfectamente en dónde me encuentro, hacia donde ir, cómo volver al punto de salida, y si de casualidad me encuentro con algún turista desorientado parezco la porteña con más calle de esta ciudad.
Son algo así como "islotes de capacidad orientativa"...qué se yo. No le encuentro explicación alguna a que una característica que no poseo, aparezca súbitamente en ciertas zonas geográficas, para desaparecer con igual rapidez una vez que me alejo de ellas.

Es un fenómeno que realmente me llama la atención, y siempre me pregunté a qué se debería...¿alguna idea?

lunes, 20 de junio de 2011

Opening night


Dejemos algo en claro. Este es MI espacio. Usted es un invitado y, como tal, supongo que se comportará con la debida educación.

Yo le cuento, usted escucha.

Para variar, porque normalmente para mi es al revés: yo escucho, alguien habla, hago algunas intervenciones, interpretaciones más, interpretaciones menos (de acuerdo con los tiempos de cada quién), honorarios y a otra cosa. Nos vemos la semana que viene.

Así que, como le decía, acá la que habla soy yo, la que cuenta, opina, critica y pontifica.

¿Qué usted que hace? Bueno, ¡escucha! No es tan difícil y es, además, un excelente ejercicio. Le va a venir bien.

Usted sabrá además (y si no sabe ahora se entera) que un buen profesional anda siempre con su "cara de poker", haciendo distorsión paratáctica (che, la boca!) y no tiene demasiada oportunidad de demostrar cuánto le afecta la barbaridad que está escuchando, o si está emocionado, asustado, con unas terribles ganas de ir al baño, o quedándose dormido.

Por lo tanto, he decidido abrir este espacio  de -llamémosle- relajación personal en el cual vomitaré "a piacere" todo aquello que no tenga dónde ser depositado en el resto de mi semana. Si, ya sé, sonó bastante escatológico pero no se asuste que no voy a dar ningún espectáculo. Y donde no tenga que ser políticamente correcta -a menos que quiera claro- porque como ya dije este es mi espacio y acá hago lo que se me cante.

Y porque además siempre viene bien un lugar donde nadie se me ofenda, levante defensas innecesarias, mande a los padres a hablar al colegio por culpa de la profesora de Psicología (o sea mía), o me mande una carta documento (no es que me pase seguido ¿eh?).

Bueno, así que ya está avisado.

Lo espero cuando quiera.

Bah, más bien: lo espero cuando YO quiera.