"Si la inspiración no viene a mí salgo a su encuentro, a la mitad del camino". Sigmund Freud

domingo, 23 de octubre de 2011

El que tenga oídos...

Como ya he dicho en otra oportunidad, los viernes por la mañana son todos míos. Es el tiempo del que dispongo para hacer lo que quiera...bué, "lo que quiera, lo que quiera" no, porque siempre tengo clases que preparar, trámites para realizar, clases de canto y demás cuestiones. Pero lo mágico de los viernes a la mañana es que sea lo que sea que me ocupe esas horas, lo elijo yo.

Hace algunos viernes, estaba en mi acostumbrado bar tomando mi riquísimo acostumbrado café con las acostumbradas tostadas que lo acompañan. Preparaba una clase sobre las segunda tópica de Sigmund Freud. Si, esa que usted ya sabe: el ello, el yo y el super yo. Muy bien, lo felicito vaya nomás.

La cuestión es que mientras leía algo aburridísimo y trataba de convertirlo en algo mínimamente atractivo para indolentes de 16 años, me distraje. Perdí la mirada en el horizonte...ningún pensamiento cruzaba mi ajetreada mente (¡Sí, es posible no pensar en nada! Sino pregúntele a mi marido que me respondía siempre lo mismo cuando le preguntaba infinidad de veces "¿En qué pensás?"). Y de repente mis pensamientos fueron interrumpidos por palabras, palabras que probablemente provenían de la mesa de al lado.

Quien habla es una señora, en la mesa de la derecha, de unos cincuenta años, muy refinada ella, una "señora regia" diría alguien que conozco.

Opto por escucharla , a ver qué tan importante es lo que no me va a permitir hacer mi trabajo.
Habla en tono seguro y fuerte. Como si el mundo tuviera que frenarse sólo para escucharla a ella.


- "Hablalo gordito. Hablalo sha, y que no se haga más grande de lo que en realidad es."

Y tan equivocada no está. Hablar seguro que ayuda, sea cual sea la situación entre manos.

Comparte la mesa con un chico de unos 22, de traje, que la escucha atentamente.
Él le cuenta algo que le pasó, y se refiere al hecho siempre, de esa forma "eso que me pasó", nunca lo menciona concretamente. Por mi mente pasan miles de posibilidades distintas, sin terminar de decidirme por ninguna.

A mi izquierda en otra mesa, una pareja. Deben rondar los setenta y cinco años. Él bastante destartalado. Encorvado hacia adelante. Moja el saquito de té en su taza, y acompaña el movimiento con todo el cuerpo balanceándose levemente para adelante y para atrás.  Cuando lo saca y lo estruja con la cuchara se nota que le tiemblan un poco las manos. Se salpica con el agua hirviendo. "¡Mierda, está caliente!", se queja.
Ella, con anteojos gruesos y facciones gruesas también, sus ojos se ven chiquititos detrás de tanto aumento,  los labios mal pintados de rosa, una nariz ancha y como unos mofletitos ya arrugados que le cuelgan a cada lado de la cara. Es bastante fea, para qué les voy a mentir...

Pienso "qué divinos, ¡cuánto tiempo llevarán juntos!"
Hablan como enardecidos, sobre todo él:

Él: "A mí, mis hijos me lo dicen todo el tiempo"
Ella: "¡Si! ¡Y bien que a mi me han tirado a matar!"- contesta con vehemencia.
Él: "Es que se asustan... vos pensá un poco y lo arreglamos"
Ella: "Pero, ¿qué es lo que tendría que pensar? ¿En los días que necesito para el viaje?"
Él: "Bueno, un poco hay que organizarse..."

Empiezan a hablar en vos cada vez más baja, ya casi no alcanzo a escucharlos. De repente él levanta la voz:
"¡Cuando nos vayamos se van a dar cuenta, nos van a apreciar!"

Pienso en la edad que tienen, en que probablemente la idea del final de la vida esté cada vez más presente... y que se preocupan por sus seres queridos, por los que quedan...a lo mejor alguno de ellos está enfermo y ya sabe más o menos qué le espera.

Él: "En cuanto lo entiendan, no les va a quedar otra...se la van a tener que bancar"
Ella: "¿Nos vamos a ir juntos o nos encontramos allá?"
Él: "Claro, mujer...yo paso y toco tres veces el timbre...vos inventá una excusa, y bajás"

Empiezo a confundirme, ¿"inventás una excusa", "bajás"? ¿A qué se refieren?

Él: "El avión sale a las 11. Y después a disfrutar..."
Ella: "En tres meses nos van a estar extrañando como locos. Ahí si que se van a arrepentir de criticarnos tanto"

¡Se fugan! ¡Los viejitos se fugan!

Se acerca el mozo y les entrega la cuenta.

"¿ 29 dice?"
"No...39", asegura ella acercando y alejando el papelito, como tratando de enfocar.
"A ver... - le arrebata el ticket -dice 29 Amalia"
"Peeero, viejo zonzo, dice 39"

Ah...¡el amor!