"Si la inspiración no viene a mí salgo a su encuentro, a la mitad del camino". Sigmund Freud

domingo, 31 de julio de 2011

Subject:

Cuando escribo un mail, algo que me disgusta es completar el espacio en blanco del "Asunto" o "Subject".
No sólo me disgusta, diría que me ofusca, prácticamente me indigna (sí, tanto como las ancianas y los estudiantes de arquitectura...otro día le cuento). Porque, a ver, ¿qué necesidad hay de titular todo lo que uno quiere decir?
Pongamos por ejemplo un brevísimo mensaje: "¿Clarita, nos vemos mañana al final?"
¿Cuál cree usted que sería el asunto correspondiente?

Asunto: escribirte un mail para saber si mañana al final nos vemos o no.

Si claro, es absurdo y tampoco hay que ser ninguna luminaria, es más largo el asunto que el mensaje.
Yo sé que puedo dejar ese espacio en blanco y a otra cosa, pero no. No es tan simple. El espacio en blanco me observa impaciente, esperando a ser rellenado. A veces hasta creo que se ilumina y brilla, como tratando de llamar mi atención. "No vayas a enviar este mensaje sin completarme eh?"
El muy maldito.
Porque, además, si yo lo hiciera, si realmente decidiera no rellenar ese impoluto vacío, al enviar el mensaje mi amigo don Gmail, por supuesto  me lo recordaría. "Está usted por cometer la indecencia de enviar un email sin asunto alguno, ¿le parece correcto? Está ABSOLUTAMENTE seguro de querer hacerlo??!!!"

Por otro lado está la cuestión de qué hacer cuando realmente es un mensaje importante. Con tantas cadenas alarmistas circulando, "URGENTE...S.O.S...LEELO Y REENVIALO ANTES DE QUE UNA LLUVIA DE METEORITOS TE SEPULTEEEEE!!!!" es difícil que te tomen en serio con un mísero "Importante. Leer". Suena tanto menos ruidoso y sin fuegos artificiales...es poco creíble.
Suelo debatirme entre opciones del tipo: "Fulano de tal, por favor leé este mensaje que no es una extraña ni cabalística cadena" o "Te juro que aunque las cadenas empiezan igual, esta NO es una cadena, te juro, juro re juro, infinito punto rojo".
Pero últimamente he recibido cadenas que justamente se titulan así: "Esta no es una cadena". 

Además, es cierto que si yo misma recibo un correo sin asunto, es muy probable que no lo abra y lo elimine directamente. Porque...¿quién deja en blanco el asunto? ¡Vamos, es como mínimo sospechoso!
Claro que si uno le pone demasiado énfasis tampoco van a leerlo...¡oh! ¡qué delicado equilibrio es necesario para titular el bendito mensaje!

Algo más a tener en cuenta es cuan preciso y explicativo debería ser el título del correo. ¿Tan explicativo que pierda sentido leer el cuerpo del mail? ¿Sugerente y poco revelador como para despertar la curiosidad del receptor y que sólo quiera leerlo inmediatamente? ¿De una notoria indiferencia?
Algunos ejemplos podrían ser:

"Los boyscouts y la prostitución"
"Este es el mail más interesante que vas a recibir hoy, abrilo AHORA". 
"Si querés saber de que se trata, abrilo. ¿Qué? ¿también querés que te lo lea?
"Mail"
"Nada laboral, nada muy urgente. Igual leelo please"

En fin, es un tema extenso y con el que podríamos estar toda la noche, pero no vamos a hacerlo porque todavía tengo un par de mails esperando  en la bandeja de salida que no me decido a mandar sin Subject, y porque vamos, tampoco es tan interesante.

Lo insto a reflexionar sobre este tema, tópico, asunto (ji ji) la próxima vez que tenga que completar ese odioso espacio.

Y de paso me sopla que puso.



viernes, 15 de julio de 2011

Curriculum vitae

Entre los 18 y los 24 años tuve muchos y muy variados empleos. No era que no durara por incapaz o poco trabajadora, no señor. De hecho, salvo algunas excepciones, solía hacer buenas migas rápidamente tanto con jefes como con compañeros.
La cuestión creo, era que estos trabajos no me despertaban el menor interés. Al año, meses más meses menos, me aburría o surgía otra cosa y renunciaba. Dos años fue mi máxima duración.

Fui promotora en la Rural de materiales para la construcción en seco (de los cuales sabía bastante. No, no se ría, es una información muy útil para...la vida...en general); fui vendedora en una talabartería (ese fue mi récord...duré un día) fui chica delivery en microcentro (¡no sea desubicado! Repartía comida, co-mi-da); fui cadete o "che piba", como más le guste; atendí el teléfono en un importante y conocido hospital de la ciudad de Buenos Aires (en el que hasta hace un par de años todavía tenían grabada mi sensual voz de locutora en el mensaje de bienvenida. No, no me pagaban regalías, aunque bien que lo usufructuaron); fui la secretaria laboral/ personal/súbdita y pseudo esclava de una afamada psicopedagoga (que al parecer de pedagogía no sabía ni jota); fui preceptora de adolescentes inadaptados en un colegio secundario; estuve en el sector de autorizaciones en una gerenciadora médica, en la cual decidieron que como estaba a punto de recibirme de psicóloga, era la más capacitada para atender y manejar todas las quejas de los inconformes, los llantos de los desesperados y los insultos de los furibundos.

Cuando finalmente tuve mi título, matrícula y foto -con zapan de 8 meses de embarazo-  incluidas, se podrán imaginar que toqué el cielo con las manos. Bueno, es una forma de decir ya que en ese entonces mi movilidad era bastante reducida.

La primera vez que entré en mi consultorio me corrió un escalofrío por la espalda.
Empezaba un nuevo capítulo en mi vida. Desde cero. Todo por estrenar. Incluso los muebles nuevos: el sillón para los pacientes, mi silla elegida especialmente, el escritorio, las cortinas.
Ahora si, sería la verdadera responsable de tantas mentes necesitadas.

Me senté en mi silla, elegida especialmente, y esperé.

Esperé.
Esperé.
Y esperé un poco más.

Descolgué el teléfono para ver si efectivamente funcionaba. Si, tenía tono.
Bien, todo en orden entonces.

Esperé un poco más.
Me tomé un riquísimo café.
Me puse mi abrigo.
Agarré mis llaves.
Y me fui a casa.

Ése fue mi primer día como profesional.

¿Cómo?

Si, fue uno de los mejores días de mi vida.